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Hubert Escaith: "No hay países grandes, hoy el mundo es pequeño"

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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Por María Florencia Carbone, La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 8 de enero de 2013

Hubert Escaith apela a un ejemplo cotidiano cuando se le pregunta por el resurgimiento del proteccionismo y su impacto en un mundo atravesado por la producción en cadenas: "Si el primer tiempo de un partido arranca con las reglas del fútbol y sin que medie explicación termina con las del rugby, difícilmente se pueda fijar una estrategia de antemano. Lo que daña en el mundo de cadenas de valor nos son reglas más o menos proteccionistas siempre y cuando sean conocidas de antemano, sino la incertidumbre, eso de hoy si y mañana no. El clima de incertidumbre que vemos hoy si podría dañar esta manera de trabajar porque está muy vinculado a los esfuerzos de inversión y a estrategias de largo plazo de grandes empresas".

Escaith trabaja en la Organización Mundial del Comercio (OMC) hace seis años. Actualmente es jefe de la División de Investigación Económica y Estadística del organismo, uno de los principales difusores del concepto "hecho en el mundo".

"Hoy muchos productos que compramos pueden tener una etiqueta que diga que su origen es China o México, pero la verdad es que eso corresponde a lo que fue el último paso en una cadena de producción que los economistas llaman cadena de valor. Es un proceso de producción en varias etapas y la última se hace en el país que puso su etiqueta. Pero si uno abre el producto o trata de entender cuáles son los países que participaron en las etapas de producción y que le agregaron valor, se constata que hay naciones muy diversas. De ahí el "hecho en el mundo", explica.

Durante una visita a Buenos Aires para dictar un seminario en la Fundación Standard Bank, en Noviembre de 2013, Escaith dialogó con La Nacion.

-Si hay algo que deja en claro el sistema de cadenas de valor es que para exportar antes hay que importar. ¿Qué lugar ocuparán en el nuevo modelo de comercio internacional países como la Argentina donde las ideas de Prebisch tienen tanto predicamento, las importaciones tienen imagen negativa y los empresarios piden protección para desarrollarse?

-Desde una perspectiva de corto plazo es normal para un empresario pedir protección porque eso mejora su margen de ganancia y su trabajo es ganar la mayor cantidad de dinero posible. Sin embargo, es una visión equivocada. Esperamos que con las nuevas estadísticas que vamos a producir, la gente se de cuenta de que el concepto de industria manufacturera tal como don Raúl Prebisch lo entendía, cambió mucho. Además, cuando hoy uno mira una empresa, lo que vende son servicios. La parte de producción tipo Charles Chaplin en Tiempos modernos no existe. O si existe, está en países como la India o China, y no creo que sea el modelo que quiere la Argentina a futuro.

Una empresa hoy tiene éxito porque sale a vender servicios o concepto. Muchas de las grandes marcas que usted compra, por ejemplo Nike o Adidas, no tienen una sola planta propia. Todo está contratado. Lo que venden ellos son servicios: de marketing, un saber hacer, patentes.

Para un país como la Argentina, de clase media, con gente de buen nivel educativo, las ventajas comparativas no pasan por una producción de ensamblaje con baja capacidad técnica sino por los servicios. Ya no se trata de fabricar todo en un solo lugar porque hoy cada país se especializa en un comercio que llamamos de tareas. El intercambio de productos entre países es sólo el soporte físico de un intercambio de saber hacer tareas y servicios.

Se puede participar de cadenas donde la producción se puede hacer en otras partes, quizá en otra provincia -pero para eso es necesario ser competitivo-. Es un proceso en el que los gobiernos pueden intervenir facilitando el comercio hacia adentro. Se dice mucho que hay que desarrollar los encadenamientos productivos internos, pero cuando hay mala comunicación e insuficiente infraestructura, es complicado.

-La segmentación de la producción está asociada a mano de obra barata, a una pérdida en la calidad del empleo y en muchos casos al aumento del desempleo en un país. Por otro lado, países con ubicación geográfica marginal o desarrollo económico intermedio como la Argentina parecen condenados a estar al principio de la cadena, donde hay menor valor agregado.

-Eso existe en todos los países, lo que pasa es que la respuesta hoy es más complicada que antes. Fabrico cueros, pero no zapatos. Los zapatos tengo que comprarlos afuera fabricados con cuero argentino y eso me da rabia. Eso estaba bien en el siglo XIX y hasta los años '60-'70. El problema hoy es que la gente ya no compra zapatos, va a comprar Gucci si tiene la plata, o Nike. Estamos en un modelo de consumo de clase media y la Argentina es un país de clase media donde los patrones de consumo están muy diferenciados. La gente no compra más un producto por su utilidad sino porque se le antoja.

Le cuento una anécdota. Cuando nació la clase media en la India a raíz de la apertura del comercio, hubo empresas locales que dijeron: vamos a fabricar automóviles que sean especialmente diseñados para satisfacer la demanda de nuestra clase media -que tiene ese nombre pero comparada con la clase media internacional, es pobre-. Entonces inventaron un coche que se llama Nano. Cumplía con una función de transportar a cuatro personas a un precio razonable, pero no es lo que buscaba la gente. Ellos querían un Toyota, un Hyundai.

Hoy una estrategia de sustitución de importación, como se decía en el tiempo de Prebisch, no funcionará porque los gustos de los consumidores cambiaron, a menos que se apunte a una sociedad de monjes o de Corea del Norte, donde no se le pregunta a la gente lo que quiere, comen lo que hay. Y todo eso en el contexto de las cadenas globales de valor donde si uno quiere exportar, hay que importar, porque hay que comprar especialmente bienes intermedios de alta calidad. Ser mediocre no alcanza. Uno se puede especializar en un segmento de mercado y acceder a excelencia, pero tener excelencia en todo, difícil.

NO AL ANTAGONISMO

EL FUTURO DE LA REGION

- Vivimos tiempos de cambios rápidos y paradojas. En la última cumbre de Cádiz entre Europa y Latinoamérica, países europeos pidieron a los de la región que inviertan para ayudarlos a salir de la crisis. ¿Cree que este es nuestro tiempo y que se viene una suerte de revancha por la que seremos los grandes protagonistas del mundo o es sólo una cuestión marketinera?

-Creo que si utilizan la palabra revancha están muertos. Si hay algo que nos dice la nueva manera de funcionar del mundo es que con cualquier política antagónica que sea una estrategia -porque se puede ser antagónico como parte de una táctica- se pierde porque hoy no hay países grandes, todo el mundo es pequeño. Es uno de los resultados de la globalización. Es importante ser capaz de forjar nuevas alianzas.

Un ejemplo: desde una perspectiva europea, una empresa como FIAT se encontró antes de la crisis con que sus plantas en Brasil eran más productivas que las del sur de Italia. Desde una visión meramente empresarial, la decisión era simple: cerrar y sustituir la producción con la planta de Brasil. Pero resulta que FIAT es una empresa italiana y, si bien es cierto que desde una visión empresarial las cuestiones de regiones y fronteras se borran, no era el caso. Hay focos de productividad y creatividad que existen en países como Brasil y la Argentina, pero creo que esos focos no se podrían desarrollar sin el apoyo de esas empresas europeas: sin FIAT no hay empresa automotriz brasileña que sea capaz de hacer un coche ciento por ciento brasileño.

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